divendres, d’agost 18, 2006

Dejad que los niños se acerquen...

Hoy por fin me he decidido a escribir un artículo que desde hace días me rondaba por ese queso de gruyer al que yo llamo cerebro. La idea me surgió hace ya tiempo, al ojear una "carta al director" del periódico local, El Notícies. En este artículo una profesora de educación física se quejaba de la juventud, de su desmotivación, su falta de educación, su insolencia, etc. Oponía esta compañera la actitud de los alumnos de hoy con la suya propia, a decir de ella misma, tan diferente.
Bueno, y en estas estamos: que no sé si por mi voluntad de imitar a Séneca en eso de ser moscardón, o mis ganas de hacerme defensor de las causas perdidas, que me he puesto a darle cuerpo a esa idea que entonces me surgió.
Para empezar, e imitando al Maestro, me gustaría utilizar un ejemplo, una especie de chiste, pero sin gracia. En él, en una conversación entre dos amigos, uno se quejaría al otro de la cantidad de insultos que había recibido ese día. A la pregunta de su compañero sobre si había discutido con alguien, le respondería que no, que todo había sido al gritar cara a una montaña desierta, que le había contestado los mismos insultos que le dirigía (por efecto del eco, claro).
Bueno, ¿a dónde quiero llegar? Pues a la idea de que nos quejamos de la desmotivación, el interés, la poca educación, la grosería de nuestros jóvenes, pero , siguiendo el refrán (manos que no dáis, ¿qué esperáis?), ¿qué imagen esperamos que nos devuelva la juventud, que no es sino un reflejo en un espejo? Atención, que no estoy diciendo que seamos todos y cada uno de nosotros los que sirvamos de ejemplo en esas actitudes viciosas, pero, fijémonos: ¿qué modelos les ofrecemos los adultos (no todos, claro, y puede que tampoco nosotros) para que aprendan de ellos? Si encendemos la televisión, poco más que concursos estúpidos, en los que no se premia la inteligencia, sino más bien la estulticia. Mientras escribo estas letras, escucho la sintonía de uno, en el que se premia a cada concursante con un rato de protagonismo, demostrando que se puede llegar a ser más estúpido que el propio presentador (ahora es presentadora, porque el que había, ahora icono del movimiento gay y antes imagen de símbolo sexual para quinceañeras poco exigentes, se ha ido a preparar otro programa que hace bueno al anterior). Ya decía José María García que "a un español, le pones una gorra de plato, y se transforma". Sustitúyase poner una gorra con dar unos minutos en la televisión, con la ayuda necesaria de un presentador/a cuya cabeza sea hermosa, pero sin seso. Hay que ver la de idioteces que se le ocurren a un ciudadano de a pie cuando se le da un micro y unos minutos de "gloria". De mi etapa de estudiante me suena que determinada corriente artística pretendía "elevar lo popular a la categoría de arte". Sin duda la televisión pretende elevar lo chabacano a la categoria de producto de consumo. Sigamos con los ejemplos que les ofrecemos a los jóvenes. Se me ocurre que el auge de loterías, premios, dinero fácil y rápido, no fomentará en unas mentes que se están formando la idea del esfuerzo, del premio al trabajo diario. Recuerdo que ya me sonaba a extraño cuando mi padre me decía otro refrán, "no hay mejor lotería que una buena economía". Imagínense ahora. Que se juegue está bien, todos jugamos. Que se potencie la imagen del trabajador como un desgraciado, como un eterno opositor a millonario al que "todavía" no le ha tocado la lotería me parece pernicioso, desde luego. ¿Pretendemos que el/la joven sea inmune a todo este bombardeo? El trabajo. Esa asignatura pendiente. Se les repite a diestro y siniestro, y no sólo por los medios de comunicación, que "Ronaldinho" va a meter goles porque "se nota que se está divirtiendo". Si no, nada. Y pretendemos que trabajen tengan o no motivación. ESto quiero aclararlo. Siempre he pensado que el alumno ha de hacer sus obligaciones le divierta o no le divierta. Lo que me irrita es esa visión lúdica del adulto. Ahora rendiré porque me divierte mi trabajo. Madre mía, qué peligro.
Otros ejemplos para los alumnos. Dinio, Antonio David, Tony Anipke (lo siento, me parece muy fuerte tener que buscar en google cómo se escribe correctamente los nombres de estos sujetos). ¿No ven que lo que "vende" es contar con quién se ha acostado cada uno? Ayer vi en la tele una mujer que contaba secretos sobre este sujeto. Era paradógico: esta mujer estaba en calidad de "amiga" (ya saben otro refrán italiano, "de los enemigos me libre Dios...") del susodicho Tony, conocido por ser marido de una tercera, a su vez conocida por ser viuda de un cuarto, que era conocido por ser ex de una quinta, Rocio Jurado, la más grande. ¿No es un poco excesivo? Además en estos programas se permiten lecciones de ética bastante trasnochada, por no decir directamente otro término. Escuchamos con frecuencia: "un hombre que se viste por los pies", "todo un caballero", y expresiones de parecido pelaje para referirse a actitudes que ruborizarían a Mesalina. Todo se compra y se vende. Y si se dan detalles, mejor.
Vamos a ver otro ejemplo: ¿qué esperamos que entiendan los jóvenes cuando ven la de veces que se anuncia la noticia del uso de determinadas drogas "blandas" para fines terapéuticos? Tal vez habría que añadir a ese tipo de informaciones que también se utiliza derivados de la morfina para esos mismos usos, y esa imagen pretendidamente inofensiva del "porro" cambiaría. O habría que informar de cómo se necesita aliviar los dolores de un enfermo para aplicar esos "medicamentos". ¿No es contradictorio que se persiga el uso de las drogas al mismo tiempo que se defienda el uso de algunas sin explicar claramente las consecuencias? Oh, perdón, que no es lo mismo, que unas son blandas y otras duras. Mientras averiguamos los efectos en el organismo de unas y de otras, ¿no se podían callar esos voceros de la legalización?
Y la mala educación. ¿Qué otra cosa esperamos? ¿No les hemos enseñado que tiene más razón el que más grita? Quien dude de ello, por favor, que encienda la tele.
De todas maneras, tengo que decir que la juventud me sorprende. Son voluntariosos, pese a que les enseñamos a no hacer esfuerzos en vano. Son alegres, con los pocos motivos que hay para la alegría. Son participativos, aunque les enseñamos que la falta de compromiso evita problemas. ¿Qué es lo que cabrea de los jóvenes? ¿No será que son mejores que lo que les hemos enseñado?

6 comentaris:

Enrique Baltanás ha dit...

Completamente de acuerdo. Y otro refrán: "de aquellos polvos estos lodos".
Por cierto, el comentario sobre blog y novela no sé por qué no salió. Yo le di al botón de publish. A ver si lo puedo rescatar.

E. G-Máiquez ha dit...

Me ha encantado y, con tu permiso, usaré alguna idea para un próximo artículo mío sobre el tema. Yo veo en ese anti-alumnismo de nuestro gremio tres cosas: una fermosa cobertura para la pereza, un ejemplo de la viga y la mota en los respectivos ojos y un eco (como el de tu montaña) de la lucha de clases.

Salva Pérez ha dit...

Muchas gracias por vuestras amables palabras. Estos días estoy viendo noticias sobre "top models" y sus medidas, macrofiestas "para quemar adrenalina" (que es lo único que importa), y otras hierbas que me reafirman en mi idea: ¿qué les ofrecemos al espejo para que nos devuelva esa imagen?
PD. Para acabar, traigo una adivinanza de un escritor valenciano, J.A. Fluixà: ¿Cuál es el único joven (y diríamos el único, joven y no joven) de las series de televisión que disfruta leyendo? (una pista: como no puede ser de otra manera, el guionista no ha querido estresarse pensando y le ha puesto gafas). Cuándo encontréis la respuesta, os invito a la reflexión: ¿nos quejamos del bajo nivel de lectura en España?

E. G-Máiquez ha dit...

Jo, no voy a poder jugar con tu adivinanza: no veo las series, estoy leyendo. Con gafas, por supuesto.

Salva Pérez ha dit...

De acuerdo. El único personaje de las series españolas que disfruta con el estudio y con la lectura es Fidel, personaje de Aida. Que por qué es sintomático? Porque Fidel es un personaje encantador, leal, tierno... pero que es el saco de los golpes, constantemente ridiculizado per ser pedante, sabiondo, frío, etc.

Anònim ha dit...

Creo que, en efecto, los adultos tenemos que exigirnos más a nosotros mismos y poner más de nuestra parte en vez de lamentarnos de la situación (que veo grave, pero no sin remedio) y quedarnos con los brazos cruzados. Una de las claves es, sin duda, la educación. A todos los nieveles se puede y debe hacer algo. Habría que actuar de manera radical desde los diferentes gobiernos (estatal y autonómico), pero como eso es difícil de creer la mejor solución es que cada uno aporte su granito de arena allí donde esté, en la familia, en la escuela, en el instituto, en la universidad... Pero hay que actuar ¡ya! Y empezar a hacer la casa con unos buenos cimientos.