divendres, de setembre 15, 2006

Qué vida más perra...

El ser humano ha dado muestras constantemente de ser capaz de todo, de dar lo mejor y lo peor de sí mismo. Pienso ahora en alguno de mis amigos, capaces de "sacrificar" sus vacaciones por ir a pasar todo el verano en un país lejano y ayudar a la población sufriendo además la incomprensión allí y aquí. Cuando les preguntas, sonríen y te dicen que ha sido el mejor verano de su vida, y es entonces cuando sientes que el que ha perdido el tiempo has sido tú (el de este verano y el de todos los veranos).
Lamentablemente, también somos capaces de lo peor. Somos capaces de delegar la educación de nuestros hijos en el "Gran Hermano" o el "Operación triunfo" de turno, mientras vemos el fútbol y mascullamos críticas a los profesores por no saber motivar a sus alumnos. Somos capaces de conducir un coche insultando al que va delante por ir demasiado despacio, especialmente si es una persona mayor o una mujer. Sin embargo, nos llevamos las manos a la cabeza cuando vemos el índice de violencia de la sociedad, eso sí, de EEUU.
Sin embargo, os tengo que confesar que estos días me he sorprendido. Cuando parecía difícil superar el nivel de estulticia humana, alguna cabeza iluminada ha dado "otra vuelta de tuerca". ¿Qué nos faltaba por ver? Pues todavía yo no había visto un matrimonio entre perros. Ojo, que nadie se ofenda. No estoy diciendo que se ha casado una pareja de personas cuyo comportamiento sea más propio de caninos, o que se haya oficiado una ceremonia entre gente muy vaga. No, no es una figura literaria (ojalá lo fuera). Se trata de un nuevo negocio, esta vez en Inglaterra (¿qué pensábais, que todos los imbéciles estaban en España?) Con la bonita suma de 6000 euros se consigue un matrimonio canino, con invitados, con trajes de novio y de novia, con oficiante (no sé el cargo del que casa, ayunta, o como se diga, la verdad)
Sinceramente, me parece tan ofensivo este tipo de excesos... Hace tiempo que sospecho que hay gente que malvive (mejor dicho, que bienvive) a base de convertir la excentricidad en algo cotidiano, en esa astracanada a la que llaman vida, siempre a cuenta del bolsillo ajeno. Lo que pasa es que armonizar este tipo de actitudes con el día a día de una sociedad con tantas carencias de todo tipo: cultural, ético, económico, me parece bastante difícil. No quiero caer en demagogias del tipo de las comparaciones entre ese tipo de idioteces y el hambre en África, pero sí que me da la impresión que si alguien es capaz de pagar 6000 euros por esas payasadas, o es que le sobran los euros (y los debería repartir entre gente más inteligente) o es que hay un nuevo motivo para ponerse a llorar. Nuevamente entiendo a aquel joven: si esto es la vida en serio, preferimos seguir haciendo el indio. Perra vida...

4 comentaris:

pies diminutos ha dit...

Salva, como siempre, comparto tu opinión y punto de vista. No hace falta añadir nada a tu artículo que expresa certera y brevemente la capacidad humana para transgredir el límiete de la memez constantemente. Un saludo, y me apunto al lema de la camisa de ese chaval...

Javier López Clemente ha dit...

Hmmm
Hacer el indio? Tal vez esa sea una buena solución.
Yo hacía mucho el indio de niño.
¡¡Deja de hace el indio!! me decía mi padre y le hice caso.
Ha sido ese mi error, hacerle caso al padre?
¿No teníamos que matar al padre para vivir nuestra propia vida, aunque se haciendo el indio?
Por cierto, espero no hacer el indio con este comentario :-)

Salva Pérez ha dit...

Amigo Javier: no estás haciendo el indio con tu comentario. Si me gusta escribir en el blog justamente es porque pienso que la gente me puede leer. Entiendo que no siempre esté de acuerdo con lo que digo.
No me dices si te ha gustado mi artículo. Por otro lado, te leo alguna referencia a Freud en tu comentario con la que no estoy demasiado de acuerdo. ¿Matar al padre? No sé qué decirte. Yo no puedo ya.
Mi próximo artículo tratará el tema de la prohibición a las modelos muy delgadas de desfilar, o como digo yo, "matar al mensajero" (sea su hijo quien lo haga o no). Me suena a táctica de distracción y de propaganda, que sea la propia organización de un desfile la que ahora prohiba a "las delgadas" y pretenda así lavar su imagen. Y entre tanto, las pobres niñas, víctimas de los caprichos de modistos y de pasarelas, jugándose la salud.
Perra vida... prefiero nuevamente seguir haciendo el indio.
Un abrazo para ti y otro para pies diminutos.

Javier López Clemente ha dit...

Hola Salva.
Matar al padre, bueno, es una expresión que nada tiene que ver con convertirlo en cádaver.
Quiero decir que la obligación de una hijo, o de un ciudadano, es hacer el camino que tu elijas, incluso hacer el indio. En esa decisión tendrás que pelearte con tus porgénitores, o con las estamentos sociales. Y, en cualquier caso, la obligación de las nuevas generaciones es aniquilar a las anteriores para resurgir con más fuerza.
(En mi defensa diré que son las siete de la mañana, vengo de currar y debería irme a dormir en vez de estar dandole al teclado :-)

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